TRIANA, SAN TELMO Y LA CATUMBA
En los planos antiguos de la ciudad, desde poco después
de acabada la conquista hasta bien avanzado
el siglo XIX, se observa que el caserío se detenía de forma
abrupta al llegar a la actual calle de San Bernardo y
su prolongación hasta el mar. Unas huertas con hortalizas
y algunos frutales ocupaban la zona dcl t i o i t<:,e ntre
el caserío y la vieja muralla, aparte el hospital de San Lázaro
y la marinera ermita de San Telmo.
En una nota del periódico La Afortunada, de fecha
28 de mayo de 1873, se alude a la fiesta de la Catumba
y de paso a las peculiaridades topográficas del lugar. El
texto es bien explícito: "La fiesta religiosa de San Telmo,
conocida con el nombre de La Catumba, que el gremio
de mareantes dedica anualmente a su patrono, se
ha celebrado el domingo último con notable lucimiento.
El sábado por la noche se hallaba adornado con ramas e
iluminado con faroles de colores el paseo que se halla
enfrente de la iglesia y que ocupa el trayecto de la carretera
hasta la antigua portada de Triana, el cual estuvo
bastante animado y concurrido, amenizándolo la banda
de música del batallón. Hubo fiesta de fuegos artificia
De la noticia se deduce que la calle Mayor de Triana
terminaba a la altura de Constantino, y desde allí empezaba
la carretera que conducía por el litoral hasta la Is-
Beta. La concesión del Puerto de Refugio, con el consiguiente
boom económico, determinó el crecimiento de
la ciudad y su desbordamiento por la periferia. Antes de
acabar el siglo ya la calle Triana ocupaba su extensión
actual. Veamos la confirmación en otra noticia de interés
local, publicada en el periódico El Telégrafo el día
16 de diciembre de 1893 es decir veinte años después
del texto anterior: "Habiéndose hecho entrega del palacio
militar al ramo de Guerra, edificio construido a la
entrada de la calle Mayor de Triana, dentro de unos
días serán trasladadas al mismo las oficinas del Gobierno
militar de esta plaza."
En fin Triana, nuestra calle-paseo, alcanzaba los 1ímites
de hoy, de Bravo Murillo al Guiniguada. Y seguía
vigente una fiesta popular que nunca debió desaparecer
del ámbito isleño: La Catumba. La gente de mar, entonces
agrupada en torno a San Telmo, la ermita y el santo,
daba una nota alegre y pintoresca a este rincón de la
ciudad.
Eran los tiempos de las goletas y la confraternidad
de Mareantes de San Telmo. Poco después, el ambiente
marinero ponía rumbo al puerto de La Luz.